Ermita de Nuestra Señora
de la Esperanza
Sedella (Pueblo)
La
ermita de la Virgen de la Esperanza se sitúa en el extremo sureste
del pueblo, casi en las afueras del casco urbano. Sorprende la variedad
y riqueza de su patrimonio y su envidiable estado de conservación,
fruto del esfuerzo y dedicación de los sedellanos. La construcción
data del siglo XVII (r.i.: 026; pág. 82), levantada a partir de una planta rectangular. El
elemento plástico exterior más sobresaliente, visible
en la actualidad, es su pórtico descubierto, formado por grandes
arcadas de medio punto, muy original, y que a modo de compás
abraza al fiel en un primer estadio, preparándolo para el sagrado
lugar al que está a punto de acceder (foto 1).
La sencilla entrada se significa mediante simulado frontón triangular
sobre dos semicolumnas. El ladrillo es el material que define estos
elementos, estableciendo un diálogo cromático y textural
con el blanco del resto de las superficies. Por encima, una espadaña,
también con hastial y arco de medio punto, combina del
mismo modo que la fábrica de la portada (foto 2).
En cuanto al
resto de paramentos exteriores y a pesar de que en la actualidad se encuentran
pintados de blanco, se perciben perfectamente los encadenados y verdugadas
de ladrillo de la construcción original (foto 3),
así como sucesivas ampliaciones tanto en el lado sur como en altura,
modificando la inclinación de los tejados.
Foto 2 Foto
3
El
espacio interior es un rectángulo directamente orientado hacia la
cabeza donde un dorado y decorado altar da paso a una gran hornacina semicircular
inserta en el muro, con molduraje rodeado en todo su contorno por motivos
vegetales de inspiración dieciochesca y protegida por un cristal,
donde en su interior se custodia la figura de la Virgen que descansa sobre
un trono-baldaquino de movidas formas neobarrocas (foto 4).
A derecha e izquierda de la hornacina, con moldura semicircular, se yerguen
dos ángeles lampadarios de reciente factura, que terminan de enmarcar
el muro (fotos 4 y 5).
La ermita cuenta
con varias vírgenes de calidad, de pequeño tamaño y
de indudable antigüedad. Son vírgenes de vestir, que portan
ricas y coloridas telas, como la que se sitúa en la hornacina del
lado del Evangelio (izquierda) (foto 6), y la
de la Esperanza, custodiada dentro de la hornacina principal del presbiterio,
ambas coronadas y mostrando a un hierático Niño Jesús
(foto 7). En la hornacina de la derecha se ubica
otra pequeña virgen de bulto redondo y cuerpo completo, también
coronada y de reciente factura (foto 11).
El techo de la
nave es plano, a la manera de un alfarje, formado por vigas maestras
o jácenas dispuestas horizontalmente que apoyan sobre canecillos
en S. Sobre ellas se extienden tablones de cubrición, entre los que
se disponen pequeños listones o jaldetas, perpendiculares a las mencionadas
vigas (foto 8). Desconocemos la antigüedad
de esta cubierta y hasta que punto es fruto de recientes restauraciones.
Por último
deberemos destacar que en la entrada de la ermita se encuentra una gran
era, perfectamente conservada, cuyo suelo está formado por cantos
rodados de mediano y pequeño tamaño dispuestos radialmente,
donde antigüamente los lugareños trillaban el grano
(foto 9).
Foto 6 Foto
7
Foto 8 Foto
9
Hacia
la mitad de la nave, dos pequeñas hornacinas, una a cada lado, muestran
importantes restos de pintura al fresco. Son de mediana calidad, fruto de
la obra de algún pintor local, y con un desarrollo de las formas
basado en la línea, pero con un apreciable dominio del volumen conseguido
mediante la degradación de los colores y el uso de la perspectiva.
La hornacina de la izquierda muestra una serie de soldados de cuerpo entero,
dispuestos alrededor, alguno con casco, muchas lanzas e interesantes vestimentas,
con pose estática pero bien articulados, y alguno en actitud de movimiento.
Sus rostros están simplificados, aunque el situado a la derecha de
la composición muestra una buena individualización y expresión
con abundantes detalles faciales (foto 10). En
el centro de la composición una figura frontal con el brazo izquierdo
apoyado sobre la cintura, cuyo rostro se ha perdido, parece ser el personaje
principal de la composición. Detrás de él asoma un
rostro demoníaco y otro personaje lo señala con un dedo. Los
colores, a pesar de que o han desaparecido completamente o en el mejor de
los casos han perdido mucha intensidad, no dejan de asombrar por el equilibrio
y distribución de tonos, alejados de cualquier rasgo de manierismo
(fotos 10 y 6). Sería posible relacionar
este tipo de representaciones con la idea del triunfo de la sociedad cristiana
sobre la musulmana, hecho que había acontecido no ha mucho tiempo,
y que no terminó de resolverse, ya que continuó con el problema
morisco en toda la zona axárquica. Este concepto de confrontación
de ideologías y el triunfo de una sobre la otra parece estar detrás
de la composición, donde el ejército vencedor, provisto con
su parafernalia militar, al frente del cual se yergue una figura, quizá
santa, vence sobre el diablo, un mal que simbolizaría a la sociedad
recientemente derrotada.
La
otra hornacina conserva en su zona perimetral un conjunto de ángeles,
también de cuerpo entero, aunque en este caso arrodillados y distribuidos
axialmente, portadores de símbolos de la Pasión de Cristo,
como el que lleva los tres dados, otro que parece portar un estandarte,
una cruz, una caña. En el intradós del arco se perciben restos
de textos escritos, elevando los ángeles, situados en la parte superior,
los brazos, significando la Gloria de Dios. La figura central, hoy totalmente
desaparecida, podría haber representado la Ascensión de Cristo
a los Cielos, tras su pasión y muerte, entroncando así con
el fresco anteriormente comentado, como símbolo cristiano de la victoria
(foto 11). No es irreal pensar en la mayor extensión
inicial de estos frescos a lo largo de los paramentos interiores de la ermita.
En una tercera
hornacina encontramos la interesante figura de bulto redondo de San Antón
o Antonio Abad, posiblemente realizada a mediados del siglo XVII, escultura
policromada donde se aplica el estofado, técnica que mostraba el
oro insertado en el ropaje que portaban las figuras, que refleja un fino
trabajo y gran maestría, manejando perfectamente los volúmenes
y consiguiendo, no tanto en el rostro, una gran naturalidad en el movimiento
y caída de las telas que cubren el cuerpo del santo. San Antón
fue un eremita que nació y murió en Egipto, lo que no es casualidad,
y refuerza nuestra tesis del discurso sobre la superioridad de la nueva
y victoriosa sociedad cristiana (foto 12).
Bibliografía
consultada. En
Ruta de las Iglesias y Conventos, ver: (026). Referencias en texto: (r.i.): Ruta de las Iglesias y Conventos.
Acceso.
El acceso es relativamente fácil. Se encuentra en el extremo
sureste del pueblo, un poco aislado del núcleo principal. Se
puede ir a pie perfectamente, por ejemplo después de haber visitado
la iglesia de San Andrés.
Hay otra opción para los forasteros que no conozcamos bien los
vericuetos del pueblo y es acceder por la carretera MA-127 dirección
Salares. A unos 400 metros del pueblo veremos unas señales verticales
indicando direcciones de otros pueblos y junto a ellos una carretera
a la que se accede con un giro de casi 180º en cuyo inicio hay
una señal que nos muestra el camino hacia la ermita. La tomáis.
En realidad estáis subiendo otra vez al pueblo pero por su lado
este. A unos 500 metros os encontraréis con la ermita. Su visita
es difícil. Se encuentra casi siempre cerrada. Los datos que
os podemos facilitar son los siguientes: La romería y fiestas
de la patrona se celebran el 15 de agosto; la de San Antón el
17 de enero. El teléfono de la iglesia de San Andrés donde
os pueden ayudar es el 952518005 y el del ayuntamiento el 952508839.
Deberéis llamar antes de ir.
Conservación.
Museografía. Didáctica. La ermita es un edificio
vivo, utilizado y cuidado por los sedellanos, por lo que no parece tener
problemas de conservación. Ha sido convenientemente restaurado, respetándose
las texturas exteriores, al menos las producidas por la cal, y no tanto
las interiores. Se han recuperado las pinturas al fresco de las hornacinas,
aunque el techo y el resto de los muros aparenten estar excesivamente terminados,
muy pulidos. Este es un problema general de la restauración de monumentos,
es decir, la desaparición radical de la pátina que el tiempo
irremediablemente produce sobre la materia, así como el desconocimiento
o falta de respeto por las técnicas de albañilería
preindustriales. No hay duda de que el lugar posee un interesante y variado
patrimonio, que se podría aumentar liberando los muros exteriores
del blanco y devolviéndole su aspecto anterior. No olvidamos la espectacular
era situada en la entrada, perfectamente conservada. Todo este patrimonio,
debería estar convenientemente explicado en paneles. También
se debería establecer e informar sobre un racional horario de visitas.