Catedral
de Nuestra Señora de la Encarnación. La Catedral de Málaga,
también conocida como la manquita (foto 1),
merece un relato más amplio que el habitual para nuestros viajerosencorto,
dada su importancia histórica y artística, tanto
en el ámbito provincial, como por su significación en
la Historia del Arte en general, y dentro de ella, más específicamente,
la que podríamos denominar como Historia de las Catedrales. Estilísticamente,
nuestra Catedral es el resultado de más de 250 años de
arquitectura, desde el Gótico Final (siglo
XV), pasando por el Renacimiento, Manierismo,
Barroco, en su variante clasicista, Rococó, Neoclasicismo, Neogótico,
etc.
Consta de tres naves de igual altura (41,79 m.), crucero de la
misma anchura que las tres naves y girola. Y a partir de aquí
comienza la narración de su historia...
Historia
de su construcción. Tras la reconquista a los musulmanes
de la ciudad de Málaga en 1487, se inicia un período que
se extenderá hasta 1528, en el que la mezquita principal de la
medina será cristianizada y convertida en catedral. Esta utilización
fue pronto cuestionada, planteándose la necesidad de la construcción
de un edificio de nueva planta, lo que se plasmó, a partir de
la fecha indicada, en el inicio de la construcción de una nueva
catedral, y en el paulatino derribo del edificio de la mezquita. Se
sabe que unos años atrás, hacia 1525, se expropiaron diversas
casas cercanas, pues ya se tenía una idea sobre la orientación
y el espacio necesario, lo que indicaba la existencia
de un diseño de planta, así como de un plan de trabajo. No
conocemos con exactitud quién dibujó las primeras trazas,
aunque en la actualidad se acepta a Diego
de Siloé como el primer artista que la concibió y
a Pedro López como su primer Maestro Mayor. De estos iniciales
momentos, sabemos también que el maestro Enrique
Egás, junto con el mencionado López, son llamados
por el Cabildo para el examen y aprobación del primer diseño.
Este mostraba una iglesia de planta longitudinal, tres naves,
espacio bien definido para la capilla mayor, girola poligonal y capillas
laterales entre profundos contrafuertes. El alzado podría haber
sido escalonado, a la manera de la Catedral
de Segovia, que había seguido el modelo de la de Toledo, y que expresaba el último momento evolutivo
de la arquitectura de estilo gótico en la península. En
planta, su referente más próximo sería la Catedral
de Granada, cuyos planos los realiza Enrique Egás en 1506,
aunque en su alzado, la capilla mayor como elemento independiente y
la mayor profundidad de las laterales correspondan a Diego de Siloé.
La influencia siloesca es fundamental para entender cómo un espacio
de tradición gótica puede traducirse y adaptarse a las
influencias que llegaban de Italia, levantando edificios cuyas proporciones
encajaran con los cánones y medidas
del romano, procurando una transición hacia las nuevas
maneras de construir, que sólo un Águila del Renacimiento
como Diego de Siloé pudo llevar a cabo. Pedro López
fallece en 1539, dejando terminada la cimentación, criptas de
las capillas y girola, así como los
pilares absidiales y muros, llegando hasta los seis metros, lo que se corresponde
en el exterior con la sección menos decorada y más austera
de todo el conjunto (foto 2).
Algunos
autores sitúan de 1539 a 1542 la intervención directa
de Diego de Siloé en la obra. Pero es con la llegada del prelado
Fray Bernardo Manrique en el mencionado año de 1542 que nombra
Maestro de la Catedral a Fray Martín de Santiago, quien dirige
las obras hasta 1547, fecha de su muerte, cuando se levantan los muros
de las capillas y se cierran mediante arco de medio punto, disponiéndose
medallones en las enjutas y columnas adosadas, similar a lo ideado por
Siloé en Santa
María del Campo (Burgos), lo que indica a Fray Martín
como continuador del proyecto primero de Siloé. Es también
en este corto período de tiempo cuando se construyó la
portada en el tramo que conecta el patio de las cadenas con el atrio
de la Iglesia del Sagrario (foto 3). Tras
Fray Martín, Diego
de Vergara es nombrado Maestro Mayor en 1548. En
ese momento se plantea la necesidad de hacer un modelo de la obra, para
el que se elige a Andrés
de Vandelvira, aunque Vergara también presentó el
suyo. Los modelos fueron informados en 1550 por Hernán
Ruiz II, Maestro Mayor de la Catedral de Córdoba, desconociéndose
el sentido de su informe, aunque parece que para la continuación
de las obras se tuvieron en cuenta los dos modelos, decidiéndose
el cierre de las naves a la misma altura; solución más
renacentista y similar a la que Vandelvira adoptó para la Catedral
de Jaén y que era conocida en la Catedral
de Sevilla. A partir de ahora las obras logran un gran impulso y
a la muerte de Diego de Vergara en 1583 se hallan construidas las capillas
de la girola, parte de los brazos del crucero y la capilla mayor.
Los
soportes (foto 4) fueron construidos
mediante altos pilares cruciformes sobre basamento, en cuyo alzado se adosa
una pilastra con capitel corintio para cada uno de los cuadro lados y semicolumnas
corintias acanaladas. Todo ello sostiene una sección de entablamento
o dado
brunelleschiano de airosa estructura, y por encima un largo pilar
cruciforme con pilastras cajeadas también adosadas, que sirve de
base al arranque de los arcos de las bóvedas. El resultado es la
interpretación que Diego de Vergara, un arquitecto de tradición
gótica, hace de un sistema renacentista adoptado en España
por Diego de Siloé y que este aplicó tanto en la Catedral
de Granada como en la de Guadix. Su origen se remonta a la Italia del siglo anterior donde
la arquitectura de Filippo
Brunelleschi es empleada por Bernardo
Rossellino para la construcción de la Catedral
de Pienza. Este sistema permite bóvedas a mayor altura, aunque "interrumpida" en parte por la utilización del entablamento, tal y como los nuevos cánones
renacentistas exigían.
En
la cubrición se utilizaron distintos sistemas (foto
5): para la cubierta de la girola se emplearon bóvedas
helicoidales, adaptándose a los tramos trapezoidales; en la Capilla
Mayor bóveda esférica sobre pechinas aveneradas; en el crucero
casquete esférico sobre pechinas también aveneradas y en los
brazos del crucero casquete esférico con bóvedas vaídas.
En la nave central se utiliza el casquete semiesférico con bóvedas
vaídas y gran desarrollo del programa iconográfico. En las
laterales casquete sobre pechinas aveneradas.
Tras este período de
intensa actividad, sucede un parón constructivo que duró casi
un siglo, consecuencia de la grave crisis económica que en general
sufrieron los reinos de España y en particular Málaga. Muerto
Diego de Vergara, su hijo, Diego de Vergara Echaburu le sucede en la dirección
(1583-1597), cerrándose el crucero y construyéndose el altar
mayor. Pero en 1587, el Obispo Luis García de Haro y Sotomayor, tuvo
en cuenta la falta de recursos económicos, y mandó cerrar
el crucero con un murallón de mampostería, procediendo a la
consagración del templo el 3 de agosto de 1588. Sin embargo, sí
se logró que a lo largo del primer tercio del siglo XVII
se construyeran los pilares de la nave central que albergarían
el coro. Esta obra fue diseñada por Francisco de Mora, revisada por
Juan de Minjares y terminada en 1631 bajo la dirección del Maestro
Mayor Pedro Díaz de Palacios. Durante este siglo hubo varios intentos frustrados
para continuar la construcción del templo.
A
principios del siglo XVIII se decide la continuación
de las obras, comenzando desde los pies. Para hacer esto posible se
gravó al sector del comercio exterior mediante el denominado
Arbitrio Real: impuesto de un real (más tarde reducido a medio
real) sobre cada arroba de vino, aceite o pasa, que se embarcara en
el puerto de Málaga (con posterioridad afectaría a otros
puertos de la provincia). Estas cantidades se destinaban alternativamente
a la construcción de la Catedral y a las obras en el puerto,
hasta que en 1782 se destinó definitivamente para el mantenimiento
del Montepío de Cosecheros, que lo utilizarían en la conservación
de los caminos de Antequera, Vélez-Málaga y Granada, lo
que unido al agotamiento de los fondos destinados al templo aceleraron
el proceso de paralización definitiva de su construcción.
Pero volvamos a comienzos del siglo XVIII. Tras el informe que Bartolomé
Thurus redacta en 1719, el
Cabildo decide la continuación de los trabajos, pero manteniendo
el estilo arquitectónico anterior, lo que convierte a la Catedral,
ya para esta época, en un edificio historicista, encargándose de la dirección de las obras a José
de Bada (1691-1755), quien en 1720 presentó nuevos planos
y puso la primera piedra de la fachada (foto 1),
siendo nombrado Maestro Mayor en 1722, cargo que ejerció hasta
el final de su vida. El diseño clasicista de Bada fue modificado
por Vicente
Acero en 1724, introduciendo elementos barrocos más cercanos
al gusto dieciochesco. En este período se elevan a la vez los
pilares y muros perimetrales, así como la fachada y torres. El
cierre de las bóvedas comenzó en 1753 y duró hasta
1764, quedando en el estado en el que hoy las podemos contemplar ya
durante el período en el que Antonio
Ramos era Maestro Mayor. En 1763 la nueva fábrica estaba
preparada para unirse con la renacentista, presentando Ramos su propuesta,
para la que en el Cabildo no hubo acuerdo unánime, por lo que
se decidió consultar con el Coronel de Ingenieros José
Lacroe que informó desfavorablemente. Pero hubo más informes:
otro de Antonio Ramos, el del trinitario Fray Francisco de los Santos,
el del cantero Fernando Fraile. Las opiniones no fueron unánimes, por lo que el Cabildo solicitó informe a un arquitecto
de la Corte, siendo nombrado Ventura
Rodríguez que visita Málaga en 1764, e indicando que
la obra está correctamente cargada y construida conforme a las
buenas reglas de la arquitectura, planteando la necesidad de cerrar
la Catedral con una cubierta de madera y teja. Se conservan los planos
que realizó para ilustrar su informe. Los trabajos realizados
por Antonio Ramos en relación con las operaciones y reflexiones
llevadas a cabo para la unión de las dos obras han sido consideradas
por la crítica como el intento más serio de la teórica
de la construcción realizado en España en el siglo XVIII.
Ya en 1768 la iglesia estaba completamente unida y en uso, aunque este
esfuerzo se hizo a costa de retrasar la construcción de las torres,
terminándose tan solo la Norte en 1779 (foto
6). Para los últimos trabajos se incorporó
el arquitecto José
Martín de Aldehuela, llamado por el Obispo
Molina Lario, quien después de 1782, tras la muerte de Ramos,
siguió trabajando en la Catedral pero sin recibir el título
de Maestro Mayor, pues en ese año se interrumpieron las obras.
Exterior.
La portada principal o de los pies se dispuso retranqueada
en relación con las torres (fotos 7 y 1).
Está organizada en dos cuerpos. El inferior
consta de tres grandes arcos, separados por dobles columnas acanaladas
con capitel corintio y elevadas sobre basamento, manteniendo el ritmo
y esquema renacentista del resto de la Catedral. En el interior de estos
arcos, algo rehundidos, que recuerdan a la fachada de la Catedral de
Granada, y la transposición del alzado del arco de triunfo romano
a estas construcciones, se encuentran las tres grandes puertas de acceso,
decoradas con columnas corintias, pero también salomónicas
(en el tímpano de la central), frontones partidos, medallones, ya dentro
del gusto barroco, destacando la riqueza cromática de los mármoles
utilizados (foto 8), que aportan gran plasticidad
a todo el conjunto (foto 9). El medallón
del arco central fue esculpido por Antonio Ramos y representa la Anunciación.
Los laterales, a San Ciriaco y Santa Paula, y fueron realizados por
el portugués Clemente Annes en 1732. Entre el primer y el segundo
cuerpo se dispone un discreto entablamento, destacando el denticulado
de la cornisa. El segundo cuerpo se compone también
de tres calles, separadas entre si por dobles columnas acanaladas de
capitel compuesto y alto basamento, siguiendo el ritmo compositivo del
inferior. Sus semejanzas terminan aquí, ya que el conjunto resulta,
teniendo en cuenta las posibilidades que la fachada ofrecía,
estar inmerso en el Barroco Pleno del siglo XVIII, sobre todo por el
magnífico juego de vanos o huecos y muros, que con gran presencia
en cada uno de ellos, articulan intesamente el muro, dándole
un aspecto mucho más abierto al exterior y rompiendo definitivamente
el carácter macizo del primer cuerpo. Para cada calle se crean dos conjuntos, uno inferior
con tres arcos de medio punto muy alargados, que visualmente unidos
con el de las otras dos calles asemejan una galería. El otro
conjunto, superior, sitúa en medio de dos grandes óculos
un arco de medio punto, igualmente alargado, decorándose con
profusión la parte superior de estos tres vanos mediante frontones
partidos, volutas, medallones, rocallas, en fin, elementos todos propios
del XVIII, y muy cercanos al gusto rococó (foto 10).

Foto 8 Foto
9 Foto
10
Reja
del atrio de la fachada principal. El maestro cerrajero Luis
Gómez construyó la gran reja-muro del atrio de los pies, levantada con la finalidad de aislar y proteger este
espacio, terminándose en 1783. También realizó
las cadenas de la Catedral. El diseño de la reja se debe a Antonio
Ramos, sufriendo modificaciones posteriores de la mano de José
Martín de Aldehuela, que espesó la decoración
de la puerta principal, debido a problemas de estabilidad. La estructura
está formada por siete cuerpos, alternando módulos fijos
con puertas a dos batientes, la central de mayores dimensiones. La decoración,
de estilo rococó, concentrada en las puertas, se desarrolla mediante
volutas, ces y eses caladas, y es más densa en la parte alta
de los batientes (foto 11).
Torre
Norte. Esta fue la única de las dos torres que se consiguió
acabar totalmente antes de la paralización definitiva de las obras
a finales del siglo XVIII. Tiene 93 metros de altura y según el lugar
desde donde sea observada se puede hablar de una torre espigada (esquina
Norte) (foto 1), o más bien pesada, pero
siempre bien articulada, si es vista desde los pies del templo (foto
12). Sea como fuere, su planta cuadrangular le confiere angulosidad
y rigor clasicista, lo que unido al retranqueamiento de la gran pantalla
de la portada principal, produce una cierta sensación de abrazo,
de recepción, de acogimiento; reforzada, además, por la magnífica
escalera que nos acerca a sus impresionantes puertas. Así pues, la
torre Norte, y por ende, aunque sin acabar, la Sur (foto 13),
forman parte de esa puesta en escena. La Norte puede ser explicada en su
totalidad, ofreciéndonos una idea de cómo pudo haber sido
el conjunto con la otra torre coronada. En resumen, consta de cuatro cuerpos
y cúpula. Los dos primeros se articulan con la fachada principal,
mediante dobles columnas acanaladas de capitel corintio (el primer cuerpo)
en las esquinas, sobre basamento, separados por un entablamento donde
destaca el denticulado de la cornisa (foto 14),
sistema que se repite entre los otros cuerpos. El primer cuerpo consta de
dos vanos, uno sobre el otro, siendo el inferior rematado con un clásico
frontón triangular, decorado con bolas sobre pequeños pedestales
en las esquinas, y el superior con frontón curvo, igualmente bolas,
y decoración de placas en la base del frontón y de su balconada
(foto 15). Este esquema se repite en tres de sus
cuatro lados. El cuarto lado, junto al testero Norte, lo ocupa la estructura
de acceso a la azotea (igual sucede en la torre Sur). El segundo cuerpo,
repite parte del esquema del primero, pero las columnas terminan en capitel
compuesto, y el segundo vano posee un frontón con una rica y fantasiosa
decoración dieciochesca a base de mascarones, volutas, placas, etc.
El tercer cuerpo, repite elementos, incluso el capitel compuesto, aunque
los vanos son tres con arco de medio punto, mayor el central, que cobijan
el cuerpo de campanas. El cuarto cuerpo es octogonal, alberga el reloj y
como novedad utiliza pilastras acanaladas y de capitel compuesto con un
solo vano de medio punto. El conjunto se remata con una cúpula.

Foto 13 Foto
14
Foto 15
Portadas
del crucero. Su diseño forma parte de las primeras trazas
de la Catedral. De estilo renacentista, dos cubillos, a la manera de
enormes fustes acanalados enmarcan las portadas del crucero (foto
16). La puerta Norte es llamada de las Cadenas, y su gemela,
la del Sur, Puerta del Sol. La Portada de
las Cadenas fue durante más de un siglo la fachada principal
de la Catedral, hasta el reinicio de las obras a principios del siglo
XVIII (foto 17). Entre los mencionados cubillos
se proyecta un profundo pórtico coronado con un guardapolvo de
calados arcos diafragma, diseñándose en el tímpano
una ventana serliana sobre la línea de imposta y peanas en las
jambas (foto 18). Esta portada sigue directamente
los modelos siloescos guardando una fuerte relación con el esquema
que este ensaya en la torre
de Santa María del Campo en Burgos y en la Catedral
de Plasencia.
Portadas
laterales intermedias. Fueron diseño de José
de Bada y repiten los esquemas compositivos de la portada
del Sagrario de la Catedral de Granada de la que fue Maestro Mayor
(foto 19).
Muros
laterales. Es uno de los elementos más impresionantes
de la Catedral, y del que apenas se habla. Los testeros exteriores laterales,
tanto el Norte como el Sur, sobre todo este último
(foto 20), junto con las portadas del crucero y el sobrio
y poderoso exterior de la girola (foto 2),
muestran una enorme pantalla de piedra articulada, plena de belleza
y grandiosidad: columnas, vanos, arcos, cornisas, pilares, pedestales,
las mencionadas portadas laterales intermedias, las del crucero, la
girola, en fin, un colosal trabajo realizado con la piedra, testigo
de la unión de la Catedral del siglo XVI con la del siglo XVIII,
y de cómo la primera impuso los elementos plásticos básicos
que la componen, para que con las soluciones del XVIII estos
fueran adaptados a la nueva estética, cuyo tenso resultado no
deja de percibirse en todo el conjunto, sin que por ello adolezca de
la fuerza y convicción de la obra de arte total. La
cadencia repetitiva de los vanos, proyección exterior de las
capillas, entre contrafuertes con capiteles compuestos favorecen la
horizontalidad rítmica, las portadas del crucero, la sobriedad
vertical y plástica de las soluciones renacentistas, y la cabeza
o girola los comienzos de una iglesia pensada como fortificación
(foto 22).

Foto 17 Foto
18
Foto 19

Foto 20
Foto 21 Foto
22
Interior.
Capilla Mayor. Abierta
hacia el crucero, está compuesta por dos cuerpos (foto
23), el primero formado por pilares con pilastras cajeadas,
a las que se adosan semicolumnas acanaladas con capitel corintio, repitiendo
el sistema de sustentación del resto del templo, unidos mediante
altos y estrechos arcos de medio punto y reforzados con arcos diafragma
situados en la primera mitad de los fustes de los pilares (foto
24). Por encima, un airoso entablamento, y un segundo
cuerpo igualmente culminado con arquerías de medio punto, pero
en este caso separadas sólo por pilastras cajeadas que se continúan
en la bóveda de cuarto de esfera que cierra por arriba la capilla
(foto25). Toda esta estructura forma una pantalla
trasera que enmarca el conjunto de la Capilla Mayor, lo aisla y a la
vez crea el centro óptico de atención más importante
de todo el monumento. En las enjutas de los arcos de entibo del primer
cuerpo se muestran pinturas del italiano Cesare Arbasia, que en 1588
realizó este conjunto de cinco frescos con escenas de la Pasión,
obra manierista de acusado movimiento y atrevidos escorzos (foto
26). En el entablamento hay bustos de personajes del Antiguo
Testamento y Padres de la Iglesia y en los pilares superiores peanas
con esculturas de los Mártires de la Iglesia realizados entre
1575 y 1580.
Altar.
Fue construido entre 1624 y 1625, siendo un trasunto en plata de los
frontales de paño bordados. Se adorna en el centro con un gran
medallón que representa el tema de la Encarnación y relieves
de San Ciriaco y Santa Paula en los laterales (foto 27).
Púlpitos.
Los dos púlpitos, situados a los pies de la capilla, son de mármol
rojo y fueron construidos por Melchor de Aguirre en 1674 (foto
28).
Tabernáculo.
Preside la Capilla Mayor (foto 29). Es de
mármol y fue construido en el siglo XIX por el escultor José
Frapolli y Pelli, en base a un proyecto del arquitecto Francisco Enríquez
Ferrer. Se aprovecharon ocho columnas de piedra serpetina labradas en
el siglo anterior con ocasión de uno de los intentos frustrados
para la construcción del tabernáculo. De planta centralizada
y cuadrangular, el conjunto respira un aire clásico, compuesto
por las mencionadas columnas con capiteles corintios, entablamento y
frontón triangular decorado con dentículos, y en su parte
superior con angelitos de bulto redondo. Remata un cupulín con
nervadura apilastrada, y sobre su cima la representación de la
Iglesia.
Sillería
del Coro. Situada en la nave central (foto 30),
se abre hacia la Capilla Mayor mediante una verja de bronce, unidas
ambas por la Vía Sacra, pasillo central limitado por rejas de
poca altura. Las rejas han, inexplicablemente, desaparecido
recientemente. Realizada en madera, la estructura del coro fue diseñada
por el escultor sevillano Luis Ortiz Vargas, comenzando los trabajos
en 1633, a quien pertenece la Silla del Obispo, los altorrelieves de
la Virgen con el Niño, San Pedro y San Pablo (foto
31). Ortiz fue sustituido por José Micael Alfaro,
que realizó el Apostolado y los pequeños bustos de santos
que rematan la sillería, con su característico estilo
dramático, uso de escorzo y otros recursos manieristas (foto
32). Muerto en 1649, el trabajo quedó inconcluso.
La continuación se encargó a Diego Fernández, pero
en 1658 el Cabildo designa definitivamente al granadino Pedro de Mena como el escultor que debería continuar con la construcción
del Coro, quien talló 42 figuras de gran naturalismo en altorrelieve
adosadas al respaldo (foto 30), además
de la coronación del recinto (foto 33).
Mena creó un repertorio de santos relacionados con fundaciones
religiosas: San Francisco de Asís, Santo Domingo de Guzmán,
San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, etc.; protectores
de enfermedades o religiosos caritativos: San Juan de Dios (foto
34), San Julián, San Blas, San Jerónimo
Penitente (inspirado en la escultura romana del Torso Hercúleo),
San Antonio con el Niño (inspirada en el Sileno con Baco niño)
(foto 35), etc; además de los Cuatro
Doctores de la Iglesia Católica, San José con el Niño
caminante, y los protomártires San Sebastián (inspirada
en el Laocoonte) y San Lorenzo. Además de todo
el conjunto escultórico y decorativo que compone la sillería
(foto 36), el Coro consta de órgano
para el acompañamiento musical de la liturgia, y de tres atriles:
uno de metal con forma de águila, otro de mármol delante
de la silla del obispo y otro mayor, en realidad un facistol, donde
se situaban los libros de canto, lo que permitía ver de lejos
las notas musicales y el texto del cántico.

Foto 31 Foto
32
Foto 33

Foto 34 Foto
35 Foto
36
Órganos.
Los dos grandes órganos fueron realizados entre 1779 y 1781 por
el maestro organero Julián de la Orden y sus cajas por José
Marín de Aldehuela. Son instrumentos de una gran sonoridad, con
más de cuatro mil tubos (foto 37).
Trascoro.
El altar principal del trascoro, frente a los pies del templo, está
presidido por el grupo de la Piedad esculpido en mármol por los
hermanos Pissani de Florencia en 1803 (foto 38).
En las hornacinas laterales se sitúan San Juan Evangelista y
Santa María Magdalena, esculturas de corte clasicista, realizadas
en madera policromada imitando el mármol, obras del malagueño
Salvador
Gutiérrez de León (1777-1838), autor también
de los cuatro altares laterales del coro, donde con figuras en actitud
teatral se representan dentro de hornacinas escenas de las vidas de
santos relacionadas con la caridad (foto 39).
Vidrieras.
La iluminación de la Catedral se consigue a través
de un sistema de triples vanos de medio punto en el cuerpo bajo que
ocupan las capillas, otros tres vanos de medio
punto en el cuerpo superior, y por encima un vano de medio punto más un óculo
a cada lado. Desaparecidas las primeras vidrieras, a causa de los daños
provocados por grandes temporales o por efecto de terremotos como el
de Lisboa de 1755 y otros más recientes, las actuales vidrieras
fueron fabricadas por Mayer y Maumejean durante la segunda mitad del
siglo XIX y principios del XX. En efecto, el nuevo auge que alcanza
el arte de la vidriera en este período como elemento integrado
en el templo cristiano tiene su concreción en la Catedral con
las primeras que se colocan en los años ochenta y noventa del
siglo XIX en el crucero y cuerpo superior de la Capilla de la Encarnación
realizadas por la Casa alemana Mayer en un magnífico estilo neorrenacentista.
A principios del siglo XX se van completando vidrieras por el lado de
la Epístola y la girola, creación de la casa francesa
Maumejean (foto 40).

Foto 38 Foto
39 Foto
40
Capillas
laterales. Las capillas, situadas junto a las naves laterales
y alrededor de la girola, poseen planta rectangular, testero de fondo
plano con tres vanos de arco de medio punto en el que se instalan vidrieras,
y cubriéndose con bóveda de medio cañón que
se decora con manierista molduraje. Se abren a las naves laterales mediante
un gran arco de medio punto, con óculos en las enjutas, sobre
pilares, semicolumnas acanaladas a la manera de jambas, y basamento,
recordando el arco de triunfo de tradición romana. Entre una y otra capilla
se sitúa una gran columna acanalada con capitel corintio y basamento de
grandes proporciones, imponiendo un ritmo espacial repetitivo cuya finalidad no es más
que ordenar el espacio y crear sensación de unidad estructural
(foto 41).
Comienza
el recorrido por la primera capilla situada a la izquierda de la Puerta de las
Cadenas.
Capilla
de San José. (foto 41) Toma
su nombre de la imagen del santo obra de Fernando
Ortiz, situado en el testero de la derecha (foto 42).
Sobre este se sitúa el tríptico de la Encarnación,
pintado por Cesare
Arbasia hacia finales del siglo XVI, donde hay que destacar los
interesantes fondos arquitectónicos en perspectiva. En la tabla
central se encuentra la Anunciación de la Virgen, y las hojas
laterales abatibles muestran en el anverso escenas de la Vida de la
Virgen y en el reverso a San pedro y San Pablo (foto 43).
En el testero central hay una alegoría de la fortaleza, atribuida
a Miguel
Manrique, pintor del siglo XVII, seguidor de Rubens. A la izquierda
se ubica, bajo vitrina, un grupo escultórico de la Adoración
de los Pastores, talla manierista de origen italiano del siglo XVI (foto
44). Por esta capilla
se pasa al Museo Catedralicio.

Foto 42 Foto
43 Foto
44
Capilla
de San Rafael. El retablo que hoy podemos contemplar es reconstrucción
del original de Fernando Ortiz (1764-1768), destruido en la Guerra
Civil, salvo la parte del ático (foto 45) y
que más tarde rehicieron el tallista Miguel Sánchez
Ruiz y el pintor Luis Ramos. Construido en madera dorada y policromada,
imitando mármoles de diferentes colores, fue el primer espacio
sagrado que concedió el Cabildo en la parte nueva, siendo una
obra asimilable al tardobarroco, de acento claramente rococó,
pero en el que se manejan elementos afines a la nueva gramática
neoclásica, abandonándose el uso del estípite
y retornando a las columnas como elemento clave en la división
vertical de los componentes del retablo. Consta de tres cuerpos, el
central más ancho, dividido mediante columnas de capitel corintio
con fuste liso y ático en la calle central que
remata en curvado entablamento sobre el que se dispone la escultura
de la Caridad (foto 46). La imagen titular
de San Rafael, obra anónima del siglo XVIII, que sustituyó
a la primitiva destruida, ocupa una volada hornacina de la calle central
(foto 47), mientras que las esculturas de
los dos Tobías (padre e hijo) se disponen en calles laterales,
sobre repisas y con fondos de perspectivas arquitectónicas
de origen barroco. El retablo, construido en madera, pinta su superficie
con imitación de mármoles, combinando con fileteados
en oro. En el testero izquierdo hay un cuadro que representa la Anunciación,
atribuido al pintor local Juan
Niño de Guevara, de finales del siglo XVII. Debajo de este
se encuentra el sepulcro del Cardenal
Herrera Oria.
Capilla de San
Nicolás de Bari y Virgen del Carmen. Se trata, en
realidad, del acceso por una de las portadas laterales intermedias
(Norte), donde se han cegado los vanos (foto 48),
completados con dos óleos, uno dedicado a San Nicolás
de Bari y otro a la Virgen del Carmen, además de una urna de
taracea granadina, con una escultura de San Antonio de Padua (foto
49).
Capilla
de San Sebastián. La preside un retablo en madera dorada
con grandes columnas corintias y frontal partido perteneciente al escultor
José Navas Parejo, realizado en estilo neobarroco hacia 1940
(foto 50). La imagen de San Sebastián
del siglo XVII se atribuye a Jerónimo Gómez (foto
51). En el testero derecho encontramos un hermoso Crucificado
del Perdón, atribuido a Pedro
de Mena. La Virgen que lo acompaña es una Dolorosa de Vestir
de Fernando Ortiz realizada a mediados del siglo XVIII, modelación
reciente de la que se encontraba en una urna.

Foto 46 Foto
47 Foto
48

Foto 49 Foto
50
Foto 51

Testero
de los pies. El impresionante muro de cierre de los pies del
templo (foto 52) se divide en tres secciones,
la central más ancha que las laterales, correspondiéndose
con las tres naves, cuya profundidad y desarrollo, desde este ángulo,
se perciben claramente (foto 53). Estas secciones
se articulan por medio de semicolumnas corintias adosadas a enormes
pilares apilastrados, dado brunelleschiano y pilastras, repitiendo
el formato arquitectónico del resto del templo. A la altura del
dado, un gran entablamento recorre el muro horizontalmente
y compartimenta la gran pantalla en dos cuerpos, dejando el superior
para los vanos, ya comentados cuando hablamos de la portada principal,
decorados con hermosas vidrieras de altísima calidad realizadas
por la casa francesa Maumejean, de finales del siglo XIX y principios
del XX, que permiten el paso de la luz, tamizándola. La sección
inferior se compone de tres espectaculares puertas con dos hojas cada
una, la central con un dieciochesco frontón curvo y partido, y
las laterales protegidas con grandes canceles, de los que tenemos innumerables
ejemplos en la provincia. Hermosos lienzos de indudable calidad cubren
en parte el muro, destacando en el eje central el que representa a San
Francisco Caracciolo, fundador de los Clérigos Menores, que fue
realizado en Italia por Carlo Valloni con ocasión de su beatificación,
siendo una de las piezas que formaba parte de la decoración de
la Basílica Vaticana que tiempo después sería llevado
al convento malagueño donde se organizó la celebración.
En ese lugar permaneció hasta finales del siglo XIX y desde allí
se trasladó definitivamente al lugar donde hoy se encuentra.
Capilla
de los Caídos. El actual retablo, construido por Navas Parejo
en 1965 en estilo escurialense, acoge en la hornacina de su calle central
dos esculturas del siglo XVII de indudable valor artístico (foto
54). Se trata del Crucificado del granadino Alonso de
Mena, realizado en madera policromada y de un gran naturalismo, y la
Dolorosa de Pedro de Mena, el hijo de Alonso, escultura de bulto redondo
de medio busto, tallada en madera y policromada. Su
expresión es sufriente pero contenida, idealizada, pero con alma,
sin dejar de ser realista. Ambas figuras están situadas
en la hornacina central de este apartado retablo; lugar que no parece
el más adecuado para la correcta contemplación de estas
dos obras de arte de primera línea.
Capilla
del Sagrado Corazón. En esta capilla se encontraba la puerta
que daba acceso al exterior y que fue cerrada en 1879. Hubo un retablo anterior
al actual llamado del Monumento del Jueves Santo que desapareció
en 1936. Fue en 1943 y dentro de una politica de acrecentamiento del patrimonio
de la Catedral, cuando se compró el retablo barroco procedente de
la Iglesia de San Pelayo de Becerril del Campo, provincia de Palencia (foto
55), en el que se integraban once tablas del siglo XVI, atribuidas
al llamado Maestro de Becerril, obras de gran calidad, cuyo programa iconográfico
gira entorno a la vida de San Pelayo, joven mártir de Córdoba,
quien al no entregarse a las pretensiones del Califa Abderramán III
fue martirizado y sus restos arrojados al Guadalquivir. El desconocido autor
de estas piezas, llamado Maestro de Becerril, ocupa un lugar de extraordinaria
importancia en la historia de la pintura castellana entre Pedro Berruguete
y Juan de Fandes y es considerado uno de los intérpretes más
tempranos de la mentalidad humanista, reinterpretando motivos paganos mitológicos
en relación con la tradicion cristiana. El retablo consta de once
tablas, todas ellas datadas en el primer tercio del siglo XVI. El conjunto
de pinturas destaca por la calidad del dibujo, los fondos arquitectónicos
brunelleschianos y la inclusión de paisajes que proporcionan una
acusada profundidad a las escenas, lo que unido a las alusiones paganas
de la composicion, redunda en el carácter plenamente renacentista
del conjunto. Por último, debe aclararse que el aparato lignario
del referido retablo responde a la estética dieciochesca, lo que
quiere decir que se hizo para sustituir otro anterior vinculado en su origen
a las mencionadas tablas.
El retablo se instaló en la Catedral sobre un basamento previo, restaurándose
el pavimento de la capilla mediante mármol de colores rojo y azul.

Capilla
de la Virgen del Rosario. Está presidida por un lienzo de
Alonso Cano, de indiscutible calidad, datado por Harold Welthey hacia 1665,
durante los últimos años de la vida del pintor, en su etapa
de madurez (foto 56). Sus dimensiones son de 3,56
x 2,18 metros y está realizado al óleo. La composición
es triangular con dos niveles diferenciados y jerarquizados. En la parte
superior o celestial se sitúa la Virgen con el Niño sobre
un trono de nubes con angelitos, entregando el rosario a Santo Domingo,
lo que realiza ante San Francisco; en la parte inferior o terrenal, fundadores
de dos grandes órdenes que han sido pilares de la iglesia, aqui representadas
como las recias columnas que sostienen el trono. Otras figuras de santos
y santas contemplan asombrados la visión celestial. La escena superior
se representa con tonos dorados, en la que destaca la túnica y manto
de la Virgen, en fuerte contraste con los tonos grises y pardos de la escena
terrenal. Otras piezas
destacables de la capilla serían, a la izquierda del lienzo de Cano,
dentro de una vitrina de madera dorada, la espléndida imagen de San
Blas, de Fernando Ortiz, fechada hacia 1750-55 (foto 57).
En el testero derecho se sitúa un altar con la escultura de San Luis
Obispo, procedente del antiguo tabernáculo de Jerónimo Gómez
de Hermosilla. La reja que cierra la capilla es de Francisco de Vega, del
siglo XVIII.
Capilla
de la Inmaculada Concepción. La capilla fue arrasada en
la Guerra Civil, no quedando prácticamente nada del retablo primitivo,
sólo unos ángeles colgados en el muro de cierre permanecieron
hasta la finalizacion de la contienda. La mesa del altar resultó
muy deteriorada. Únicamente se salvó el óleo atribuido
a Claudio Coello, aunque algunos autores, como Diego Angulo, lo relacionan
con la producción de Mateo Cerezo. Gracias a algunas fotografías
custodiadas por Juan
Temboury, se pudo reconstruir un nuevo retablo en madera, siguiendo
la misma traza, forma y estilo del que fue destruido, realizado por el
artista Miguel Sánchez en 1948. Las
pinturas de las alegorías de la Esperanza y la Templanza se atribuyen
a Miguel Manrique y se fechan a finales del siglo XVII. Una hermosa reja
dieciochesca cierra el conjunto (foto 58).
Crucero
Sur. Presidido por un espectacular cancel que da acceso a la
llamada Puerta del Sol, es obra de Francisco Flores, siendo realizada
en el siglo XVIII, en madera de nogal, caoba y cedro (foto
59). A su izquierda se sitúa un retablo con la
figura de San Miguel Arcángel de Niño de Guevara, obra
de calidad donde se fusionan elegancia y dramatismo, con un cuidado
dibujo, colorido y atmósfera. Se atribuyen también al
mismo autor el lienzo de San Pedro y el de San Antonio de Padua, situados
bajo aquel. El pintor Muriel realizó la moldura-retablo
siguiendo el modelo del que se encuentra en el otro brazo del crucero.
Capilla
de la Virgen de los Reyes. La pequeña figura de la Virgen
de los Reyes, de estilo flamenco-borgoñón y finales del
siglo XV, fue donada por los Reyes Católicos tras la reconquista
de la ciudad. El pequeño retablo es talla de Pedro de Mena,
con diseño de Niño de Guevara de 1681, pero desaparecido
en los años cuarenta del siglo XX. Recientemente se ha realizado
una fiel reconstrucción en madera dorada (foto 60).
A ambos lados se encuentran (ausentes en el momento de nuestra visita)
las dos pequeñas esculturas orantes de los Reyes Católicos,
talladas por Pedro de Mena, que servirían de modelo para las
que realizó en la Catedral de Granada. En la parte inferior del
retablo se guarda bajo vitrina la Cabeza del Cristo de Orán del
siglo XVII, traída desde esta ciudad por los monjes mercedarios.
En el testero del fondo se encuentra la entrada a la llamada Sacristía
Menor, hoy columbario, pues el cierre del cementerio de San Miguel dejó
restos de canónigos sin emplazamiento donde descansar. Por encima
de esta puerta se sitúa un enorme lienzo de Enrique
Simonet que representa la Decapitación de San Pablo, realizado
en Roma en 1887.
Capilla
de San Francisco de Asís. El testero principal lo ocupa
un retablo de iconografía franciscana del siglo XVII y estilo herreriano
procedente del Convento de Santa Clara de Plasencia (Cáceres), donado
por la Marquesa de Larios en 1945. La escultura de San Francisco es una
talla en tamaño casi natural realizada por Fernando Ortiz, procedente
del convento malagueño de San Pedro de Alcántara. En los testeros
laterales se encuentran los mausoleos de los arzobispos de Salerno y Monreal,
Luis de Torres I y II, tío y sobrino respectivamente. El primero,
situado en el testero izquierdo se debe a Giuglielmo
della Porta, realizado en 1545, de gran calidad, aunque en principio
no fue esculpido para el arzobispo. La figura, con semblante sereno, aparece
recostada, apoyando la cabeza en su brazo izquierdo, sobre amplios almohadones,
con la rodilla de la pierna derecha flexionada, marcando un ritmo compositivo
determinado por la evidente curva zigzagueante que traza el cuerpo (foto
61). La urna y el pedestal, de mármoles de color, son
obra de Giovanni
Antonio Dosio, realizado cuando se montó el monumento de 1575.
Luis
Torres II encargó el sepulcro de la derecha, aunque no es de tanta
calidad y se vincula al círculo de artistas próximos a la
corte vaticana de fines del siglo XVI (foto 62).
Está realizado en mármol y continúa el esquema compositivo
del anterior, tanto en la figura del personaje como en la urna. La hermosa
reja que custodia la capilla es de Luis Gómez, construida en el siglo
XVIII.
Capilla
de Santa Bárbara. La preside el único retablo
conservado de la Mezquita-Catedral, dedicado a Santa Bárbara
(foto 63). Fue encargado en 1524 al imaginero
Nicolás Tiller, al pintor Francisco de Ledesma y al dorador Jácome
de Lobeo. La imagen titular se retalló en 1765 por Fernando Ortiz. El retablo fue trasladado a su actual emplazamiento en 1592. Su factura es
gótica de raiz medieval, tendencia practicada en los círculos
artísticos hispalenses y repleto de imágenes de influencia
flamenca sobre fondos dorados, aunque en muchos casos no las originales,
como ocurre con la imagen de Santa Bárbara que fue sustituida
por esta de Fernando Ortiz. El
retablo consta de banco, dos cuerpos y tres calles, la central más
ancha y alta, cubiertas estas últimas por hornacinas con doseletes
calados, de mayor resalte en el remate del conjunto. El banco se resuelve
con un amplio friso provisto de reducidas hornacinas con las tallas
de los evangelistas y padres de la iglesia, flanqueando la pintura de
la Misa de San Gregorio (1500-1520), que no pertenece al programa pictórico
original, siendo regalada a la Catedral en el siglo XIX y posteriormente
incluída en el retablo. Es esta de raigambre gótica
por sus abundantes láminas de oro y el gran detallismo, sin embargo, se percibe una cierta preocupación
por la perspectiva en la composición del altar. El banco del
retablo se remata en la parte inferior con diferentes pinturas paisajísticas
que representan el paso de un peregrino por los escenarios mitológicos
del más allá, el reino del Hades y los Campos Elíseos
(foto 64). En los dos laterales de las calles
exteriores, estrechas y a modo de aletones se cobijan pinturas bastante
naturalistas con representaciones figurativas vinculadas en pareja como
la Virgen y San Gabriel, San Francisco y Santo Domingo, San Cosme y
San Damián, y San Ciriaco y Santa Paula. El programa escultórico
principal gira entorno a las figuras de Santa Bárbara y a un
Calvario situados en la calle central (foto 65).
Las calles laterales se reservan a las imágenes de Santa Apolonia
y San Roque, en la izquierda, y a Santa Catalina y Santa Ana en la de
la derecha.
En ambos testeros laterales de la capilla y formando pareja,
la Asunción y la Ascensión del pintor Niño de Guevara (1632-1698).
La Asunción mantiene el dinamismo y plenitud de las formas flamencas
pero muestra el evidente influjo de Cano, especialmente en el estudio
de la actitud gestual de la Virgen, directamente derivado del modelo
de la catedral granadina. La Ascensión presenta apreciables cualidades
en la composición, armonía de tonos y dibujo, especialmente
en la figura de Cristo (foto 66). El conjunto
se enmarca con un pequeño retablo pictórico que desarrolla
escenas de la Virgen y de Jesús, realizados por Juan Coronado
en 1756. En el suelo se encuentra la lápida funeraria del Canónigo
del Pozo.

Foto 64
Foto 65 Foto
66
Capilla
de la Encarnación. El retablo, importante obra del clasicismo
malagueño, fue un encargo del Obispo Molina Lario (1776-1783). Consta
de un solo cuerpo y tres calles, con sotabanco. La calle central
más ancha y retranqueada posee hornacina, y las laterales dos esbeltas
columnas corintias de fuste liso en piedra ágata y capitel broncíneo
(foto 67). Por encima, un destacado entablamento
de mármol rojo de Mijas cierra el conjunto. Las esculturas de mármol
blanco del Misterio de la Encarnación, en la hornacina central (foto
68), y San Ciriaco y Santa Paula, en las calles laterales,
asi como todos los ángeles, son obra del artista granadino Juan de
Salazar Palomino, cuyo trabajo se desarrolla dentro del gusto barroco.
Es evidente la riqueza de los materiales empleados en todo el conjunto,
acorde con el estilo impuesto por la Academia de San Fernando, y con los
medios de los que un obispo como Molina Lario disponía. En cuanto
a la atribución del retablo, y dadas las grandes lagunas existentes
en el archivo de la Catedral, algunos autores atribuyen su composición
a Juan
de Villanueva, y otros a Ventura Rodríguez. Lo cierto es que
fue ejecutado por Antonio Ramos, para el que algún autor le confiere
también la autoría del diseño, y a su muerte lo finalizó
José Martín de Aldehuela.
En el testero izquierdo se levanta
un mausoleo funerario del siglo XVI, realizado en mármol blanco,
perteneciente al Obispo dominico Fray Bernardo Manrique, que ocupó
la mitra malagueña entre 1541 y 1564. El conjunto se enmarca mediante
un arco carpanel de mármol encarnado y aparece dividido en dos cuerpos
principales. El inferior, a modo de banco, presenta decoración en
bajo relieve de estilo renacentista, como grifos, cenefas con grutescos,
motivos a candelieri y calaveras. En el centro, el escudo episcopal del
prelado portado por dos putti o amorcillos de carnosa fisonomía.
Sobre este basamento y apoyado en un reclinatorio, se alza la figura
orante del Obispo, atribuida a Felipe
Vigarny o a su hijo Gregorio
Pardo, en posición genuflexa, con las manos unidas por encina
de los libros y un rostro escuálido de profunda mirada. Como fondo
de la escultura se establece un formidable relieve, atribuido a Juan
Bautista Vázquez "el Viejo", a modo de clásica
arquitectura retablística, donde se juega con la perspectiva lineal
para aumentar la sensación de profundidad, compuesta por tres espacios
arquitrabados sobre pilastras compuestas, situándose la figura
de Cristo Crucificado en el centro y la Virgen María y San Juan en
los laterales. La calle central se corona con un frontón curvo donde
se representa al Padre Eterno bendiciendo. La parte inferior del relieve
se reserva a una cartela rectangular, con una inscripción ceremonial
latina que sintetiza la biografía religiosa del personaje (foto
69).
En cuanto al mausoleo del testero derecho, realizado
en mármol blanco, se trata del Obispo Molina Lario (1776-1783), que
había costeado la modernización de este espacio,
y cuya creación también se encargó a Juan de Salazar
de Palomino, para la que hizo una transposición al siglo XVIII del
mausoleo del Obispo Manrique, actualizándolo según
unos cánones más neoclásicos, con la figura orante
y genuflexa de bulto redondo del obispo sobre un basamento y un fondo con
dos cuerpos: el inferior donde aparece el contorno de una cartela sin inscripción
y el superior, arquitectónico, compuesto por triple arquería
y frontón curvo. Todo ello, del mismo modo que el anterior,
rodeado de un arco carpanel. De un indudable interés es la verja
que cierra la capilla, ricamente decorada con motivos dieciochescos y pintada
en parte con dorados (foto 70).

Foto 68 Foto
69 Foto
70
Capilla
de la Virgen del Pilar. Del primitivo retablo no queda nada. El
actual, de escaso interés artístico fue realizado por Enrique
Atencia en 1946 (foto 71). Algunos lienzos de
Diego de la Cerda decoran los testeros, pintor que supuso la transición
hacia el siglo XVIII y que mezcla componentes canescos y murillescos.

Capilla
del Cristo del Amparo. A esta capilla le da nombre la imagen del
Crucificado del escultor granadino Antonio Gómez (1600-03). Junto
a él se sitúa una Dolorosa, de autor desconocido, tallada
en madera del siglo XVII (foto 72). También
destacan dos grandes cuadros firmados por el malagueño Diego de la
Cerda de principios del siglo XVIII: La caída camino del calvario
y El trasado al sepulcro. En los altares laterales, enmarcados
por una arquitectura fingida hay dos magníficas obras de Juan Niño
de Guevara: Muerte de San Francisco Javier y San Juan de Dios
antes de su muerte. A ambos lados del Cristo, en vitrinas policromadas
al gusto chinesco del siglo XVIII hay dos interesantes esculturas de escuela
napolitana en madera policromada de finales del siglo XVII que representan
a Santa Teresa de Jesús en éxtasis y a Santa María
Egipcíaca (foto 73).
Capilla
de San Julián. Esta capilla carece de retablo y da acceso
a la Sacristía (foto 74). En la parte superior
del testero mayor hay un lienzo de grandes proporciones realizado en 1647
por el discípulo de Rubens, Miguel Manrique llamado El convite
del fariseo. Este cuadro fue pintado para el Convento de la Victoria,
pero tras la desamortización de Mendizábal en 1835 fue emplazado
en la Catedral. Se inspira en un grabado de Natalis que reproduce una composición
de Rubens, captando su colorido y formas expresivas. Miguel Manrique llegó
a Málaga en 1635. Formado en Flandes y directo conocedor de Rubens
y de sus discípulos, contribuyó con su presencia a superar
la severidad de raigambre tardomanierista gracias a un conjunto de componentes
claramente rubenianos que aportan una pintura más dinámica,
colorista, luminosa y sensual, en la que también son perceptibles
las evocaciones venecianas. Algunos autores señalan que sería
el autor de los siete grandes lienzos de las virtudes legados el año
1885 y distribuidos hoy por la Catedral, ya que se aprecia
la dependencia de prototipos rubenianos y las similitudes con las gamas
de color, tratamientos de sombras y toque de pincel de Manrique.

Crucero
Norte. Cierra la puerta un magnifico cancel proyecto de Antonio
Ramos realizado en 1773 (foto 75). Un poco
comprimido por este se encuentra otro altar dedicado a San Sebastián
formado por una preciosa moldura, barroco-clasicista diseñada
por el arquitecto José Martín de Aldehuela en el siglo
XVIII que enmarca un conjunto de pinturas del veneciano Jacobo
Palma (1596) (foto 76). Se compone de
cinco escenas que representan cuatro martirios (San Sebastián,
San Bartolomé, Santa Catalina y María Magdalena) y la
Adoración de los Reyes Magos. La composición es marcadamente
manierista con una evidente influencia de Tintoretto, así como
ciertos rasgos propios de Tiziano y Veronés en el tratamiento
de la luz y el color. El ritmo ondulante y el exagerado alargamiento
de algunas de las figuras redundan en la adscripción veneciana
del autor.
Bibliografía
consultada.
En Ruta de Iglesias y Conventos, ver:
(001), (002), (007), (009), (011),
(013), (016), (017), (018), (019), (020), (021), (022) y (023).
Acceso.
Es muy fácil. La Catedral se encuentra al final de calle Molina
Lario y es visible desde muchos puntos del centro histórico (y
del resto de la ciudad). Su horario de visita es de lunes a viernes
de 10:00 a 18:00 horas, sábado de 10:00 a 17:00 horas y domingo
de 14:00 a 18:00 horas. El precio de la entrada: 5 euros, reducido a
3 para residentes en Málaga. La visita no incluye la Sala Capitular,
la Capilla de San Gregorio, ni la azotea. Aunque parece que esta última
va a ser visitable para el público en general dentro de no mucho
tiempo. En todo caso, podéis llamar al 952215917, o consultar
con la página
web de la diócesis.
Conservación.
Museografía. Didáctica. La conservación
de un edificio de estas dimensiones es cosa harto complicada. Y cuando
decimos complicada hablamos no sólo de dinero sino de la cantidad
de especialistas que deben intervenir, y la de responsables de todo
tipo que deben decidir, dadas las características de este inmueble
y la cantidad y diversidad de mobiliario con que se viste. Percibimos
el esfuerzo de la sociedad por mantener vivo nuestro legado más
importante, conservando y restaurando tanto los grandes como los pequeños
detalles; un arco como una pequeña figura. Encontramos, de todas
formas, bastante escaso el esfuerzo didáctico que se haya podido
llevar a cabo. Tan solo unos escuetos carteles informan de la
mayor parte de las piezas que componen las capillas. Por cierto, algunos
ya desactualizados por los movimientos internos o cambios de ubicación
de algunas piezas. Y no es que esté mal; la información
no por escueta es imprecisa. También hay que halagar que se pueda
leer en varios idiomas, lo que hacen, por cierto con avidez, muchos
de los turistas que la visitan. Pero falta información en el
Coro, en la Capilla Mayor, del sistema de sustentación, de las
bóvedas, del exterior, de la Historia en sí de la Catedral,
sus períodos constructivos, los personajes más destacados
que allí trabajaron o la gobernaron. No existe una página
web exclusiva para este edificio (véase la de la Catedral
de Córdoba o la de Toledo),
ni para formato clásico de pantalla, ni para los nuevos sistemas.
Tampoco tenemos claro si son posibles las visitas guiadas, al menos
la cartelería no lo deja claro. Lo que sí es meridiano es que
estas no son periódicas y sometidas a horarios regulares, sino,
me temo, derivadas del interés de particulares por conocer diversos
aspectos del edificio. En fin, que son casi quinientos años de
historia del monumento más emblemático e icónico
de la ciudad, pagado en su integridad por los ciudadanos, algo innegable,
y propiedad por tanto de los ciudadanos. En el momento presente lo que
en apariencia provoca mayor preocupación son las cubiertas de
la nave central, donde se han colocado unas redes, que indican un riesgo
cierto de desprendimiento, no sabemos si puntual o frecuente, que indudablemente
dificultan su correcta contemplación y que exigirá un
gran dispendio en un futuro más o menos cercano. ¿Quién
lo va a pagar? Pues bien, como sabemos que lo vamos a pagar nosotros
de nuestros bolsillos, usted que me lee también, vamos a exigir
a la Consejería de Cultura que intervenga decisivamente en los
temas de conservación que atañen al edificio. Por conservación
no sólo me refiero a algo que se deteriora por el paso del tiempo,
sino también a aspectos como por ejemplo la reciente decisión
de retirar la via sacra. ¿Cuál fue la reacción
de la Delegación de Cultura? ¿Y si la tuvo, sirvió
para algo? ¿Cómo pueden dejar alterar un B.I.C. sin que
haya consecuencias? Y esta es la Catedral. Imagínense el resto
del patrimonio. Nuestros viajerosencorto ya van conociendo
la terrible situación de abandono y destrucción progresiva
de la mayoría de nuestros bienes culturales. Por cierto, los
responsables de la Catedral quieren trasladar el tabernáculo
a otra parroquia. Un escándalo sin precedentes. En fin, al menos
el templo está en pie, no como la ya hace años destruida
plaza del Obispo, donde unos cuantos se construyeron unos "preciosos"
apartamentos "con vistas a la Catedral".
Ubicación.
Coordenadas U.T.M.:
30 S
373226.36 m E
4064766.99 m N
Ubicación en
googlemaps©:

Terminado, incorporado a la página y subido a la red el: 16/06/2014. nº113. vec2014©
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