Hace ocho años paseaba por la calle Álamos, y a la altura del nº 41 se podía observar un edificio con un cierto nivel de abandono y que parecía haber sido protagonista de una larga historia de cambios (foto 3). Una parte de la fachada era claramente un desarrollo estilístico de las formas arquitectónicas del siglo XVIII y la otra pertenecía al siglo XIX. Pasado el tiempo, se ha podido recuperar (foto 1), redescubriendo un hermoso conjunto para la ciudad, que se suma a los ya rehabilitados, añadiéndose tanto a la historia de las fachadas pintadas de Málaga como a la evolución de los propios elementos que la componen y que definen muy bien una parte crucial de nuestra historia del arte. El que fue nº 41, ofrece en la actualidad dos frentes bien diferenciados. El de la derecha de finales del siglo XVIII y el de la izquierda datable en el siglo XIX.

Comencemos por el más antiguo. Se corresponde con el que posee la entrada en forma de portón señorial con jambas y dintel de sillares, así como clave resaltada con una piedra de color más claro, aunque suponemos que originalmente debió ostentar algún escudo. El remate se hace mediante cornisa. A su alrededor se despliega una fachada de bajo más dos plantas, con tres vanos en cada nivel claramente jerarquizados. La inferior consta además del mencionado portón con un gran vano rectangular a su izquierda y un acceso para negocio a la derecha, estrechándose en relación a como se encontraba en 2012. El zócalo de ladrillo, típico de la Málaga del XIX y XX ha sido inexplicablemente sustituido por otro de piedra, apartado de nuestra tradición.

Por encima se sitúa la planta primera o principal, la cual despliega un lenguaje plástico-arquitectónico plenamente dieciochesco y que caracteriza y diferencia a esta ciudad de otras en relación con las construcciones de aquel período, componiéndose de tres grandes vanos rectangulares, abiertos al exterior mediante balcón corrido, preñado en el frente de cada uno de los tres vanos, de barrotes simples con el característico dado en el centro, y una discreta decoración en el eje central. La meseta es estrecha y de cerámica, sostenida por barras y tornapuntas, situándose sobre la baranda arbotantes semicirculares. El siguiente nivel, separado por imposta, ligeramente destacada y plana, se compone igualmente de tres vanos, respetando la axialidad, de menores dimensiones, cada uno con balcón de barrotes preñados, estos sin arbotantes ni tornapuntas.

Toda la fachada se decora mediante pintura de tipo textural y tradición mudéjar. Así, tanto los alrededores de los vanos como los extremos del inmueble se pintan con cadenas de ladrillos fingidos, de color almagra y llagueado de tono claro y señalado, dispuestos en hiladas a soga, o a soga y tizón, más o menos alternantes. De estas cadenas parten hiladas de una o de tres verdugadas, donde en el espacio interior restante queda un cajón con enfoscado basto al que se le aplicaron rasgados geométricos (foto 2).

Toda esta articulación de la fachada se corresponde con la original del edificio y que debemos datar hacia las últimas décadas del siglo XVIII.

Con posterioridad le fue añadido el cierro central de la planta principal y el de la superior. Construidos en madera, como era costumbre en el siglo XIX, se adaptaron a la forma del balcón, aunque sin redondeos en las esquinas y con cortes en ángulo. Se articulaban mediante cuarterones cerrados con vidrios y remate en dintel con un pequeño arquitrabe liso. Estas estructuras han sido sustituidas tras la reforma por otras nuevas, salvando este atropello únicamente el que el resultado sea similar al original. Desconocemos el paradero de aquellas nobles maderas y vidrios, que nunca debieron ser sustituidos. Igual suerte corrieron los cierres fraileros de la principal y la contraventana del vano izquierdo de la inferior, y probablemente los de la segunda planta.

El edificio situado a la izquierda del arriba comentado hasta la reciente restauración formaba una continuidad plástica, sobre todo por el idéntico tratamiento de los colores que se aplicaron al conjunto, aunque el diferente nivel y ancho de la línea de imposta y el tipo de balcón hacían sospechar de una construcción posterior en el tiempo.

Efectivamente tras la limpieza se han recuperado unas increíbles pinturas inspiradas en el estilismo decorativo de finales del siglo XVIII, previas a la infuencia rococó como ya hemos podido ver en algunas de las yeserías del interior de la iglesia de Santiago de Málaga.

El edificio posee similar altura al primero descrito, estructurándose en bajo más dos pisos, con dos vanos por nivel. Continúa la jeraquización de estos por tamaños.

Así en el bajo existían dos grandes vanos rectangulares con rejería y contraventana, desapareciendo tras la restauración el de la derecha, y ensanchándose el hueco para un nuevo acceso.

Los dos pisos superiores constan igualmente de dos vanos cada uno. Los de la primera planta, con balcón de meseta estrecha, baranda de frente plano con barrotes y fraileros en las ventanas. El segundo, con ventanas más pequeñas, las dos con balcones de igual conformación que los del piso inferior, situándose en el de la derecha un cierro, ya del siglo XIX, de madera, pintado en color blanco, de tres lados en ángulo, y sencilla decoración romboidal en el friso, que igualmente ha sido eliminado, junto con los mencionados fraileros y contraventanas, por otras nuevos, lo que no deja de sorprender desagradablemente.

Las pinturas aparecidas se desarrollan entre el recercado de los vanos, y en el espacio libre que queda entre estos, configurándose en sentido vertical, simulando placas, con predominio de tonos ocres. En este último espacio, que se corresponde con las dos plantas superiores, se pintan cenefas orgánicas y carnosas que se desarrollan a partir de un rosetón central, y donde el maestro pintor demuestra un exquisito dominio de los volúmenes, el espacio y las proporciones, constituyendo uno de los mejores ejemplos de pintura de fachada de tipo orgánico que hayamos podido recuperar para nuestra ciudad (foto 4). En este sentido hemos de destacar que en el interior del edificio han sido restauradas unas magníficas pinturas murales, posiblemente de principios del siglo XIX, y que desgraciadamente no hemos podido fotografiar, pero de las que os ofrezco un enlace a la web de un periódico que publicó la noticia.

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Acceso. Es muy fácil. Deberás situarte en la plaza de la Merced. Desde allí se inicia la calle Álamos (esquina noroeste de la plaza). Es una calle algo estrecha y recta. Encontrarás los edificios a la derecha a escasos metros.

Museografía, Conservación, Didáctica. El inmueble ha sido restaurado hace muy poco tiempo, recuperándose las pinturas de la fachada, así como otras en el interior. Al menos en el exterior los elementos característicos del siglo XVIII se han respetado, no así los cierros, fraileros y contraventanas, que han sido sustituidos por otros nuevos, aunque reproduciendo en líneas generales las formas de los originales.

Ubicación (Google Earth):	C/ Álamos nº 41
Coordenadas U.T.M.	Grados, minutos, segundos.	Grados decimales.	Grados, minutos decimales.	Sistema militar de referencia por coordenadas.
30 S 373306.38 m E 4065128.40 m N	36º43'24.29'' N 4º25'07.47'' O	lat. 36.723413º long. -4.418743º	36º43.405' N 4º25.125' O	30SUF7330665128

Ubicación en googlemaps©:

Terminado, incorporado a la página y subido a la red el 15/03/2020. nº 424. vecmálaga©

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