Inmuebles en calle Doctor Jiménez Encina nº 2 y 8.
Monda (pueblo)
El patrimonio cultural de Monda es muy amplio. Su lista se engrosa con dos inmuebles más, los nº 2 y 8 de la calle Doctor Jiménez Encina, que pasamos a comentar. Por sí mismos, como construcciones barrocas y tardobarrocas, tendrían interés y merecerían ser incluídas en nuestra página web. Pero el deterioro que están sufriendo, ha jugado, en parte, en favor de ellos, al ir desprendiéndose capas de cal, e ir mostrando, poco a poco, centímetro a centímetro, el tesoro que de su revoque barroco se ocultaba: pinturas murales.
Se trata de edificios encuadrables en diversos momentos del largo período artístico que denominamos barroco. El inmueble nº 8 correspondería al barroco sobrio del siglo XVII, y el nº 2 habría que encuadrarlo a finales del siglo XVIII o principios del XIX, ya que detectamos, como más abajo explicaremos, algunas influencias neoclásicas, dentro de una estructura general característicamente dieciochesca.
Pero comencemos por el nº 2 (icono azul). Sólo su ubicación urbana, junto a la plaza mayor y a la iglesia, nos habla de la importancia de los personajes que lo mandaron construir. A este encuadre urbano se une su presencia arquitectónica, hoy radicalmente transformada (foto 1).
La finca posee dos fachadas. La principal da a la calle Doctor Jiménez Encina y una menor a la plaza de la Constitución. La primera está pensada para el realce y prestigio de sus dueños, adoptando aires palaciegos, que podremos admirar definitivamente cuando se restaure el edificio, esperemos que sea más pronto que tarde.
Se compone de planta baja, principal y ático, con la característica jerarquización de los vanos que se daba en el siglo XVIII en las casas de las clases altas, aunque en este caso con interesantísimas particularidades. La planta baja ha sido la más destruida, con apertura de puertas laterales y achicamiento de lo que sería el portón principal. Si en algún momento poseyó zócalo, en la actualidad este se encuentra desaparecido, desconociendo qué pueda quedar de sus pinturas murales tras las ingentes capas de cal que lo cubren.
La planta principal es mucho más interesante, ya que se erige como el centro visual de la composición, característica igualmente de la arquitectura civil del barroco final. Pero en lugar de tres grandes vanos, observamos la existencia de uno solo en el centro, en el que se abre un balcón que no llega a ser del tipo preñado, ya que su sección central es plana y no curva, aunque se le acerque, al adelantarse el frente a los laterales. Está construido en hierro forjado, con barras de sección cuadrada, dados en la mitad de ellas y motivos en S y espiral. Acompañan dos arbotantes de semicírculo además de la típica meseta con acabado de cerámica y estructura sustentante también de hierro forjado, que a su vez se apoya en sendas tornapuntas (foto 2). En el lado corto de este piso se sitúa un gran vano con un balcón de menores dimensiones pero de idéntica estructura que el principal.
Lo realmente sorprendente es la gran masa de muro en la que no se abre vano alguno, hecho atípico en la arquitectura residencial, pero no tanto si consideramos que el edificio pudo haber sido ideado no solo como habitación, sino también como monumento público de representación, de prestigio y de poder, ejemplo que podemos comparar con la fachada de la Universidad de Salamanca, que, con las debidas diferencias, utiliza recursos plásticos como la pared pantalla y el tondo, del mismo modo que nuestro inmueble. Desde el instante en el que descubrimos sus pinturas comenzamos a desarrollar esta idea. Por el momento son visibles en su parte izquierda parte de un gran círculo, con el perímetro pintado en color ocre, que podría tratarse de un tondo (foto 3) y que albergaría una figura arrodillada de la que es visible la silueta flexionada de su pierna derecha, desnuda desde la rodilla hasta el pie, el pie izquierdo, también señalado, así como el ropaje hasta el torso de color blanquecino con numerosos pliegues de no mala factura. Desde la parte posterior de la mencionada figura surgen otras incisiones alargadas, quizás miembros pertenecientes a otros personajes, pero de los que nada podemos decir aún (foto 4). A la derecha del balcón también se dibujó otro tondo, parece que de igual diámetro, como demuestran los escasos trozos sin cal por donde aquel sobresale. La utilización de tondos es una característica de la arquitectura civil renacentista tanto en Italia como en España, que la tomó del arte romano y siempre ha estado relacionado con la exaltación de las virtudes de los personajes allí representados. Esto nos hace pensar en cómo la tradición de la pintura mural continuó entrado el siglo XIX, lo que ya vimos en la iglesia de San Pedro Apóstol de Cártama, dejándose influir por algunos rasgos formales del neoclasicismo, que a su vez quiso recuperar toda la tradición clásica muy modificada por el barroco dieciochesco. De todas formas desconocemos los temas tratados en ambos tondos, si son religiosos o no. Sólo la recuperación integral del edificio podrá desvelarnos todas estas cuestiones que por el momento quedan sin resolver.
En cuanto al ático, destacaremos su menor altura, separado de la planta inferior por una gruesa imposta de listel, constando de cuatro vanos rectangulares, que contrastan fuertemente con la planta inferior. La rejería que los cierra se sitúa en el interior del alfeizar, lo que no es una característica de la arquitectura civil barroca. Suponemos que todo el muro se encontrará pintado, aunque desde la calle no se percibe dibujo alguno. El tejado, a doble agua, desembocaba en una típica canaleta de tejas suponemos que vidriadas, hoy completamente desaparecidas, que apoyaban sobre tornapuntas.
Del interior se pueden observar algunas habitaciones de la planta baja y principal que conservan sus techos de vigas de madera.
En la finca nº 8 (icono rojo), habitada en la actualidad, también son visibles las pinturas murales que adornaron la fachada, del tipo paramento fingido, en concreto sillares con relieve en punta de diamante, y que creemos bastante anteriores a las de la finca arriba comentada. Se trata de un edificio de planta baja y un piso encima, con los vanos sin diferenciar jerárquicamente. Pensamos que el piso superior pudo haber sido modificado con posterioridad, ya que su estilo no se corresponde en nada con el portón adintelado de la planta inferior que posee pilares de piedra con basa en cada esquina a modo de jambas, y sobredintel con listeles decrecientes. A ambos lados se sitúan vanos rectangulares, de similares proporciones que los del piso superior donde se abren tres, con balcones planos de hierro forjado y meseta de cerámica, más ancho el central que se sostiene con tornapuntas de tradición barroca (foto 5).
Las pinturas que están saliendo a la luz simulan un paramento de sillares de punta de diamante separados por avivadores a rompejuntas, dibujados previamente mediante incisión, utilizándose el rojo almagra para los avivadores, el ocre para el sillar, almagra de nuevo para el perímetro de la punta, líneas negras para definir el límite de estas, con dos de sus lados rellenos en color negro y con gruesas líneas del mismo color terminando de formar el aspa. Dudamos de que este relleno con negro sea el usado inicialmente, ya que el tratamiento de ocres y almagras es mucho más fino en su aplicación que aquel, más tosco y que además no consigue efecto alguno de relieve.
El resto de fincas de ese lado de la calle también nos pueden deparar sorpresas en el futuro. La investigación y puesta en valor de este patrimonio debe hacerse con urgencia comenzando por el edificio nº 2, el mejor de todos y al mismo tiempo el que se encuentra en peor estado de conservación.
Acceso.
Es muy fácil. La calle Doctor Jiménez Encina se encuentra en la parte más alta del pueblo, como continuación de la plaza de la Constitución donde se ubica la iglesia de Santiago Apóstol. La calle Valdescoba o la calle Marbella terminan muy cerca de aquella.
Conservación.
Museografía. Didáctica. El inmueble nº 2 se encuentra abandonado y en un deplorable estado de conservación. Es tan grande su importancia histórica y monumental, no solo para la historia de Monda, sino que la trasciende, incorporándose como pieza notable de la tradición de las pinturas murales en nuestra provincia, por lo que su recuperación debe ser inmediata, incorporando al patrimonio cultural de este pueblo, ya extenso, este magnífico edificio. En cuanto al nº 8, aunque habitado, lo cual no deja de ser un activo para su conservación, debe ser restaurado de inmediato, recuperando sus pinturas murales y todo lo que en su interior deba ser conservado. En esta labor, han de ser protagonistas los mondeños, concienciándose del enorme valor de estos inmuebles, tomando la iniciativa en las labores de recuperación, y al mismo tiempo comenzando la investigación de otros inmuebles donde exista la posibilidad de más pinturas.
Ubicación.
U.T.M.: Inmueble en el nº 2:
30 S
336107.40 m E
4055355.08 m N
Inmueble en el nº 8:
30 S
336086.26 m E
4055332.51 m N